Sé congruente con tu vida y tus finanzas (I)

En mi experiencia me he podido dar cuenta de que buena parte de los problemas de la gente, no sólo en temas de dinero sino en general, son causados de una gran incongruencia entre lo que quieren, lo que dicen y lo que terminan haciendo en realidad.

Por ejemplo, muchos quieren tener un retiro cómodo, pero en lugar de prepararse para él, prefieren comprarse la última pantalla plana de ultra alta definición. Otros desean conocer algún país lejano, pero nunca se preparan o ahorran para ello: se queda sólo en un sueño.

En realidad, los conceptos relativos a finanzas personales son muy sencillos, pero no siempre funcionan para todos porque hay una variable muy importante que se debe considerar: el comportamiento humano.

Hay técnicas que funcionan para algunas personas, pero no para otras: eso hace que el tema sea muy apasionante.

Crear patrimonio puede ser muy fácil

Para la mayoría de las personas, crear un patrimonio es un proceso que se hace poco a poco.

Es bastante simple: tenemos que gastar un poco menos de lo que ganamos (es decir, ahorrar) y entonces invertir ese dinero de una manera consistente con nuestros objetivos, y con nuestra tolerancia al riesgo. También debemos, desde luego, protegerlo.

En otras palabras, el ahorro es una condición necesaria para crear un patrimonio, pero no suficiente: se necesita también saber invertir ya que no sólo es necesario proteger su poder adquisitivo sino también hacerlo crecer. Además, debemos cuidar lo que hemos logrado y cubrirnos de los riesgos que podrían afectarlo de manera significativa.

La congruencia con nuestro nivel de vida

Mucha gente dice que quiere ahorrar, pero hace todo lo contrario: se endeuda. Particularmente la clase media. Siempre hay un pretexto: “no puedo ahorrar porque no me alcanza”, “Con los sueldos que se pagan en México es imposible”.

Sin embargo, si analizamos las cosas de una manera más profunda, encontraremos que se trata, más que nada, de un problema de voluntad.

Yo he visto a la gente más humilde guardar algunas monedas para “cuando se ofrezca”. Es decir, siempre se puede ahorrar, aunque sea un poquito: unos centavitos. Siempre.

Pero en lugar de enfocarnos en el ahorro, dejamos que la cabeza se nos nuble. Somos humanos y nos entran los deseos. Entonces buscamos cómo justificarlos: de ahí la famosa frase que nos “da permiso” para gastar de más: “trabajo mucho y me lo merezco”.

Así, muchos empiezan a usar la tarjeta de crédito. Algunos lo hacen poco a poco, se van endeudando de una manera lenta e imperceptible. En ocasiones se empieza justificando que es una compra a “meses sin intereses”, pero sigue siendo una deuda que afecta nuestro flujo de efectivo. En otras se usa la tarjeta de poco en poco, pagando una fracción de lo que gastamos. Por lo cual uno tiene la “ilusión” de que sí le alcanza.

Pero si hacemos lo mismo el siguiente mes, y el siguiente, veremos que el pago mínimo sube poco a poco. Hasta que, cuando nos damos cuenta, estamos en un doble problema:

1. Nos hemos acostumbrado a un nivel de vida más allá de nuestras posibilidades.

2. Simplemente ya no podemos pagar.

Eso hace que sea muy difícil salir de ellas, implica una reducción muy drástica en nuestro nivel de gasto.

Por ello, siempre he pensado que éste es un problema de actitud y de falta de congruencia. Cuando uno realmente tiene el objetivo de construir un patrimonio, esto debe constituir una prioridad. El ahorro debe verse como una factura: como el pago de la luz o del teléfono. El ahorro es otro “gasto”, pero el primero y el más importante de cada quincena o mes.

En la segunda parte hablaremos de la congruencia con respecto a nuestras inversiones.

Fuente: El Economista

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