Los workaholic también necesitan relajarse
Anthony Hitt, director ejecutivo de Engels & Volkers North America, una compañía de propiedades de lujo, pasa al menos una semana en cada cuarto de su casa en Maui, Hawái. En este momento, a tres años de tener este alto cargo, dijo que habla con sus principales lugartenientes sólo 15 minutos al día cuando está en Maui. El resto del tiempo lee, practica yoga, monta en bicicleta o trata de desconectarse de alguna otra forma de las responsabilidades de su trabajo.
“Mis vacaciones son tan simples”, comentó. “Trato de no pensar: ‘¿Qué tal esto o cuál es la solución a eso?’”.
Judith Hellman, una dermatóloga con consultorio particular y profesora clínica adjunta de dermatología en el Centro Médico Monte Sinaí en Nueva York, tiene una mezcla de estrategias para desconectarse de las exigencias de sus pacientes. Formada como pianista clásica, a Hellman le gusta tocar jazz en el piano, en su departamento. Practica natación (a la sombra, claro). Escribe poesía, aunque no se hace ilusiones en cuanto a la calidad.
También se toma por lo menos cuatro semanas al año – en septiembre va a bucear a Israel – y pide a sus pacientes que solo la busquen si es una verdadera emergencia.
“Gracias a Dios que la mayoría de los problemas de la piel no matan a las personas, así es que pueden esperar”, dijo. “Necesito ese tiempo para aguantar sus exigencias”.
Si bien agosto es tradicionalmente el tiempo en el que sale la gente, son menos los que lo hacen y quienes dejan el trabajo no se desconectan en la forma en la que lo hace Hellman o, incluso, Hitt. Las personas en Estados Unidos se toman cada vez menos tiempo libre que en cualquier momento de los últimos 40 años, según datos de este año que se citan en The New York Times. Las respuestas a un cuestionario en línea indican que la mayoría de los estadounidenses no usan todas sus vacaciones con goce de sueldo.
Project: Time off, una organización a la que apoya el sector de los viajes, dijo en un estudio que dio a conocer este verano que los trabajadores estadounidenses habían alcanzado un nivel bajo récord de días libres, 16 al año. (Hace 15 años, los trabajadores tomaban, en promedio, 20 días anuales.) Y le puso nombre a un nuevo arquetipo: el mártir del trabajo, una persona cuya familia comprende que el trabajo interferirá en la vida de la familia, pero, con todo, no está contento con ello en más de un tercio de los casos.
Si bien es fácil criticar el trabajo sin parar, es la realidad no solo de muchas personas eficientes, sino también de las que temen perder el empleo si toman tiempo libre. ¿Entonces, qué hacen las personas que optan por relajarse? ¿Cómo ven los costos, tanto el costo real como el costo psicológico y físico de tomarse algún tiempo para hacer algo para sí mismos y el de no hacerlo?
Jeanette Bronee, quien dijo que dejó una carrera de mucho estrés como ejecutiva de modas hace 10 años para iniciar la consultoría en salud, Path for Life, expuso que trata de hacer que la gente vea que su vida, siempre conectada, está perjudicando su salud y haciendo que sea menos productiva de lo que creía ser.
Desarrolló un sistema de nueve pasos para que los ejecutivos aprendan a relajarse, lo cual es frecuente que se traduzca en tiempo alejados de los aparatos que los conectan al trabajo.
Sin embargo, Bronee dijo que la mayoría de las personas no se acercan a ella, sino hasta que les diagnostican algún problema de salud grave. Inicialmente, se concentra en la nutrición y el ejercicio. Sin embargo, también enfatiza la atención total, un concepto que muchas de las personas del tipo A huyen al principio.
“A muchas personas se les dificulta demasiado pensar en la atención total porque piensan en sentarse sobre una almohada durante 30 minutos”, dijo. “Pero la atención total es algo que podemos practicar en formas cotidianas. En mucho, la atención total se trata de cachar esos pensamientos que nos causan tensión”.
Las consecuencias para la salud de trabajar todo el tiempo pueden ser graves. Un informe reciente plantea que las personas que trabajan más de 55 horas a la semana tienen 33 por ciento más de probabilidades de sufrir una apoplejía y 13 por ciento más riesgo de padecer enfermedades del corazón.
No obstante, tomarse recesos de toda una semana no es fácil.
Hitt dijo que cuando lo nombraron director ejecutivo, solía levantarse a las 4 a.m. cuando estaba de vacaciones para llamar a gente en Alemania y Nueva York, y se conectaba horas antes de que nadie más estuviera despierto en Maui. Ahora, contó, tiene un gran equipo y se siente a gusto relajándose.
“Es algo a lo que me ha llevado muchísimo tiempo llegar”, dijo Hitt, quien acababa de regresar de Maui. “Soy alguien a quien le gusta estar a cargo”.
Encontrar las formas de desconectarse cuando no son vacaciones podría ser más realista, aunque no menos difícil. No es de sorprender que sean populares las diversas formas de meditación y yoga, sin embargo, puede ser engañoso hacerlas encajar con otras actividades.
Dominick Gullo, un ex penalista en la oficina del fiscal de distrito de Brooklyn, hoy es un litigante civil en el bufete Aidala Bertuna & Kamins, de espaldas anchas y mandíbula cuadrada por décadas de entrenamiento con pesas, en artes marciales y boxeo. Hace seis años, Gullo, originario de Staten Island, se convirtió al budismo.
Ahora medita de cinco a 30 minutos diarios. “Solía alterarme tanto en el tránsito, pero no importa cuánto te alteres, así no vas a ninguna parte”, comentó. “Me ha ayudado. Ahora, si se presenta alguna situación, si es negativa, es negativa. La resuelves y sigues adelante”.
En el litigio civil, donde las fechas límite son más rígidas y los jueces menos benévolos que en los casos penales, la meditación lo ayuda a aceptar mejor los días malos.
En cuanto a la aparente contradicción de un boxeador budista, dijo: “Puedes estar en una contienda física, aun si implica golpear a alguien en las costillas, sin que haya enojo u odio detrás. No tengo la ventaja del enojo”.
Fuente: El Financiero
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