Remolino Político 151
Ciudad de México.- La burocracia sindicalizada que opera la cultura en México en instituciones como el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el ex-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes -agrupados en la naciente Secretaría de Cultura-, “es un lastre que no deja funcionar las poleas de las instituciones y han formado grupos que fomentan una cultura del no trabajo”.
Es un “capital humano que reproduce problemas de inequidad y vicios sindicales”, como la herencia de plazas, sin que exista un servicio civil de carrera dentro de sus filas; es un conjunto de personas imposible de evaluar desde el punto de vista productivo como si laboraran en empresas, donde “sólo es un pequeño sector el faltista, holgazán y que no desempeña eficientemente su labor, como sucede en todo el sector público”. Así lo expresan Gilberto Guevara Niebla, Ernesto Piedras y Bolfy Cottom, quienes se han acercado desde distintos puntos a esta burocracia.
Los números, según información obtenida por transparencia, indican que en la práctica existen 15 mil 316 burócratas registrados en las oficinas del INBA, INAH y la Secretaría de Cultura, de los cuales 10 mil 127 se agrupan en torno a 18 secciones sindicales.
Cada uno de estos trabajadores sindicalizados tiene derecho a seguridad social y prestaciones como: despensa anual por 11 mil 172 pesos, 450 pesos para guardería, primas por antigüedad, pagos extra por hora y en fin semana; acceso a prótesis ortopédicas, anteojos y lentes de contacto gratuitos, créditos especiales de vivienda, adquisición de vehículos y descuentos en colegiaturas.
“Pandillas sindicales”
En marzo pasado se anunció la creación del nuevo Sindicato de la Cultura, sin embargo, de acuerdo con la información de la Secretaría de Cultura, su personal basificado aún se agrupa en torno a 18 secciones, cada una de las cuales tiene un secretario general y trabajadores comisionados en cargos como: secretarios de Conflictos, Finanzas, Organización, Acción Social, Orientación Ideológica, Escalafón, que “administran los derechos de la burocracia sindicalizada”.
Y se cuentan dos delegaciones afiliadas al SNTE: la delegación de Docentes del INBA, con Jaime Durán, y la D-III-57 de Radio Educación, con Ignacio Alfonso Flores, alineadas a las secciones 10 y 11, respectivamente.
¿Lastre o mito?
Para Gilberto Guevara Niebla, dirigente estudiantil de 1968, ensayista y promotor del sindicalismo en México, “la burocracia sindicalizada de la cultura se ha convertido en un lastre, una rémora, una red que enreda las poleas de las instituciones, que en muchos casos se han apoderado de las instituciones y ha impedido su funcionamiento.
“Yo estoy a favor de un sindicalismo saludable y constructivo. Y no como ha sucedido en algunas instituciones, donde los sindicatos son dirigidos por gente lumpenizada, una especie de pandilla que ha provocado un desastre, porque impulsan una tendencia que fomenta una cultura del no trabajo”.
Por su parte, Ernesto Piedras, experto en economía cultural, considera que toda la burocracia cultural, sindicalizada o no, forma parte de un capital humano especializado que debería aprovecharse con la recién creada Secretaría de Cultura, revisando si se necesitará más o menos plazas de acuerdo con sus necesidades.
Y aunque llegó en un momento complicado en términos de finanzas públicas, se planteó una construcción sobre la misma base de empleados y funcionarios, que propicia una buena oportunidad para formar cuadros y un servicio civil de carrera dentro de la cultura, dirigido no sólo a mandos medios y superiores, sino a los trabajadores sindicalizados, que también son la base laboral de la cultura. Porque al final, todo el gasto que hagas en preservación patrimonial o construcción de infraestructura, añade, sin el tratamiento adecuado… podría perderse o incurrir en ineficiencias”.
¿Qué opina de la herencia de plazas del personal sindicalizado?, se le inquiere. “Es un problema en muchas esferas de la vida gubernamental. Sí es muy preocupante porque se habla de la cultura como algo especial, pero ha reproducido los mismos vicios sindicales”.
Bolfy Cottom, antropólogo y especialista en legislación cultural, asegura que este personal no puede ser evaluado desde el punto de vista productivo, como si fuera una industria, dado el quehacer específico de los investigadores, restauradores o custodios de museos.
Sin embargo, lamenta que últimamente se difunda el mito de que los trabajadores de la cultura sean improductivos o un lastre. “Eso es falso. El problema de la no acción laboral no es de la burocracia sindical, sino de toda la administración pública en general. Es cierto, hay un sector que no desempeña eficientemente su labor. Pero no es privativo del sector cultura”.