Violencia psicológica, un riesgo del embarazo temprano
¿Cómo se manifiesta la violencia en los embarazos en edades tempranas?
La socialización violenta en las relaciones de pareja, que se observa mucho en parejas jóvenes, puede ser un factor de riesgo para la ocurrencia de violencia de todo tipo, que puede terminar en embarazos adolescentes.
Aun cuando la violencia o el abuso sexual no están entre las causas más frecuentes de los embarazos adolescentes en Cuba, sí hemos constatado su presencia, sobre todo al inicio de las relaciones sexuales, y básicamente desde manifestaciones de presión psicológica, que ocurren muchas veces ante la desinformación y la ausencia de proyectos de vida definidos en las muchachas. Ese inicio de la relación sexual generalmente ocurre de manera no negociada y suele ser la parte masculina de la pareja la que conduce a las muchachas a la relación sexual “como prueba de amor”, generalmente sin protección.
Muchas adolecentes, además, inician sus relaciones con hombres mayores que ellas y reproducen estereotipos de subordinación a la parte masculina de la pareja, que por lo general asume una posición de poder, por edad y según los mandatos de género patriarcales. Cuando hay una disparidad en la edad en la primera relación sexual, aun cuando las muchachas declaren haber estado de acuerdo con la relación, son más vulnerables porque pueden responder a chantajes emocionales y presiones de todo tipo.
Otra forma de violencia es el abandono que ocurre cuando salen embarazadas y sus parejas no asumen la paternidad, las abandonan y les niegan apoyo. En cualquiera de esas situaciones, las muchachas quedan en un terreno de vulnerabilidad muy evidente y muy difícil de superar.
En general, las investigaciones que hemos realizado confirman que las muchachas, como tendencia, suelen tener descendencia con hombres que las superan entre cinco y 10 años. Algunos de ellos tienen la creencia de que deben dejar un hijo dondequiera que se emparejen, como prueba de virilidad. Entonces ejercen una presión tremenda sobre ellas para que paran y luego las abandonan.
Hay que tener en cuenta que muchas veces, en esos casos, las muchachas fueron hijas de madres y abuelas adolescentes, con una historia de abandonos de pareja y la búsqueda de seguridad, de amparo. Se hace entonces un ciclo de mujeres que se embarazan varias veces y se van quedando solas.
Cuando analizamos las configuraciones psicológicas de las muchachas que han pasado por un embarazo temprano, vemos que este estaba fuera de su proyecto: llegaron por no usar adecuadamente los métodos de protección, por las presiones ya mencionadas por parte de sus parejas o por no tener aspiraciones profesionales claras.
Cuando les preguntamos qué método de protección usan, la mayoría coincide en citar el condón o la interrupción del coito en el momento de la eyaculación. Como puede fácilmente comprenderse, en ambos casos estos métodos dependen de la acción y de la voluntad masculina. Ellas no están a cargo de tomar las decisiones.
La reducción de la vulnerabilidad producto del empoderamiento y control de las mujeres en sus relaciones sexuales reduciría el riesgo a experimentar este tipo de violencia. Igualmente, generar una conciencia de autocuidado en las jóvenes desde edades tempranas. Pero también urge una orientación efectiva desde un enfoque intersectorial y familiar hacia proyectos de vida definidos, que las pongan en capacidad de controlar sus decisiones. Es importante establecer procesos sistemáticos y articulados de educación integral de la sexualidad; enseñar a las muchachas a ser autosuficientes, generarles autoestima.
Desde la familia, la escuela, las instituciones de salud y los espacios comunitarios, se debe educarlas para que tomen decisiones de manera independiente, pero también apoyarlas para gestionar las presiones del grupo, o de sus primeras parejas, sobre todo si detectamos que estas son mayores en edad o en posición social.