Durante una conferencia de prensa previa, la alcaldesa ya había anticipado que no descartaba la imposición de un toque de queda. Minutos después, confirmó la medida, señalando que el objetivo era contener a “los malos actores que se están aprovechando de la caótica escalada” atribuida al presidente Donald Trump. Bass indicó que quienes no vivan o trabajen en el centro de Los Ángeles deben evitar la zona, y que quienes violen el decreto serán arrestados y procesados.

Las protestas comenzaron desde temprano, cuando cientos de personas se reunieron a las 9:00 a.m. en la intersección de Temple Street y North Main, frente al edificio del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD). La movilización avanzó por Spring Street, bloqueando temporalmente el tráfico y obligando a las autoridades a desplegar un operativo policial reforzado.

Organizaciones como la Coalición por los Derechos Humanos de los Inmigrantes (CHIRLA) y la Immigrant Youth Coalition encabezaron la convocatoria, exigiendo un alto a las deportaciones, el cierre de centros de detención y una reforma migratoria integral. Los líderes del movimiento señalaron que el aumento de redadas ha intensificado el miedo entre la población indocumentada.

La alcaldesa Bass también se dirigió al gobierno federal con un firme mensaje. Solicitó al presidente Trump el cese inmediato de las operaciones del ICE en Los Ángeles, insistiendo en que lejos de mejorar la seguridad, han provocado “más caos que orden” en las calles de la ciudad.