ANÁLISIS
ANÁLISIS

( *Por considerarse el Estado de México una de las entidades federativas más cercanas a la capital del país en su zona metropolitana , aquí parte del reportaje publicado el fin de semana en el rotativo EL PAÍS , titulado “Rehenes de la Extorsión en México” , firmado por los periodistas : Alejandro Santos Cid y Pablo Ferri / @elpaismexico )
“Llegaron los dos chavos a última hora de la noche con la mirada cruzada. El neón de la taquería decía “abierto” en letras rojas como de rótulo de viejo cine de barrio. En el lateral del carrito de acero inoxidable desfilaban, en un panel electrónico, las palabras Tacos Ruben’s, taquería chingona. Ya entrados en la treintena, los dos jóvenes resaltaban en la oscuridad de la colonia Escandón, en el centro de Ciudad de México. Él, por su metro noventa; la güera, por el pelo rubio y esas curvas de quirófano que, semanas después, cuando ya se había teñido el cabello de negro para confundir su rastro, la delatarían ante los ojos de los policías.
Comieron en silencio, pero con una actitud que hizo que el hijo de Rubén Orozco, el hombre que puso nombre a la taquería, le dijera a su padre: “Estos son medio payasones”. Orozco, que se había ausentado unos minutos del puesto, reparó por primera vez en ellos. Se inquietó.
-Volteo a ver al joven y me está escaneando. Se me queda viendo muy raro.
Lo recuerda con detalle porque aquel día era el cumpleaños de su mujer. Estaba de buen ánimo, enero acababa, las cosas marchaban, era noche de celebración. Miró al hombre del metro noventa a los ojos y preguntó:
—¿Qué se le ofrece? ¿Qué le falta?
El hombre apartó la mirada. Cuando la pareja terminó de comer, se acercó a pagar. Dijeron que eran nuevos en el barrio, que querían hacer una fiesta de bienvenida con una buena taquiza, que si les podía dar su teléfono para contactarlo. El taquero primero se resistió, dio excusas educadas, pero ante la insistencia acabó cediendo. Luego se fue a casa y dejó a su hijo terminando de recoger. El puesto suele cerrar sobre medianoche, pero después todavía queda un rato de limpieza. Una hora después, su teléfono sonó.
—Don Rubén, ¿qué pasó? ¿Cómo está?
—Bien, dígame.
—Pues acabo de mandar a mi gente.
—¿Y qué gente? ¿De qué se trata?
—No te hagas, ya sabes de qué se trata. ¿Cuánto vale la tranquilidad de tu familia?
De 59 años, Orozco gasta complexión de boxeador, es un tipo alto y fornido, profesor de karate en el barrio, diestro también en Haidong Gumdo, el arte de la espada coreana. Luego están las décadas en la taquería, el manejo del cuchillo de carnicero, una mano derecha como una maza de carne. La cabeza disciplinada por las katas, el carácter templado por el trabajo: al principio no se preocupó, pero la voz del otro lado de la línea se metió en su cabeza.
—¿Cooperas o paso por tu hijo, que todavía está lavando?
La conversación telefónica duró 40 minutos y, para el final, Orozco había aceptado pagar 20.000 pesos, unos 1.050 dólares. Los extorsionadores sabían que en Tacos Ruben’s trabajaba toda la familia, que aceptaban tarjetas de crédito, que después de su aparición en la serie de Netflix Las crónicas del taco su clientela se había multiplicado. Orozco aceptó enviarles dos retiros sin tarjeta, una modalidad en la que, con un número de referencia, cualquiera puede sacar dinero de la cuenta de alguien, en cualquier cajero. Durante la llamada mandó un retiro de 9.000 pesos y acordó completar el resto al día siguiente.
En la mañana, Orozco se levantó a las seis y fue al mercado de la Merced a surtirse para la taquería. Para las 14.00 ya había enviado el dinero que faltaba. Pensó que lo peor había pasado. Pero a las 20.30, el teléfono sonó otra vez:
—Dice el jefe que no es suficiente, que no puede ser que en 20 años tú no tengas un ahorro.
Eran criminales de poca monta, pero Orozco no lo sabía. Le dijeron que pertenecían a La Unión Tepito, la mafia capitalina por excelencia, fuerte en la zona norte del centro. Decían que si no tenía dinero en el banco se lo pidiera prestado a un amigo, que vendiera su carro, que le echara imaginación. Asustada, la familia echó cuatro camisetas en una maleta, recogió la camioneta, aparcada en el estacionamiento público frente a Tacos Ruben’s, contrató una mudanza para llevarse el puesto y huyeron. De salida, fueron a la Fiscalía a denunciar. Cinco horas después, en una fría madrugada de enero, la familia abandonaba Ciudad de México…”
( *Fragmento del reportaje publicado en el diario El País el sábado pasado firmado por los periodistas : Alejandro Santos Cid y Pablo Ferri / @elpaismexico )
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DATOS :
Como parte de la oleada violenta que atenaza a México, la extorsión se ha convertido, a la fuerza, en una de las prioridades de la Administración. Según la encuesta de victimización y percepción de la seguridad en el país, que elabora cada año el Instituto Nacional de Estadística, es el tercer delito que más sufre la población. En 2023, último año de estudio, 5.213 mexicanos de cada 100.000 dijeron haber sido víctimas de extorsionadores. Es decir, casi siete millones de ciudadanos al año: más de 18.000 cada día, 780 por hora, 13 al minuto.
( Foto : tomada del reportaje de El País )