El año pasado es el ejemplo perfecto de lo que ha sido la Selección Mexicana en la última era, un equipo que de poco a poco, reduce sus expectativas. Se pasó de tener partidos de alarido en la Copa América, a perder finales contra Estados Unidos, sin mencionar el claro retroceso en la Copa del Mundo por quedar fuera en fase de grupos cuando el objetivo era llegar al quinto partido. Desde hace mucho tiempo quedó evidenciado que México, a menos de que sea a nivel de negocio, no existe en el futbol internacional, ya sea en cuanto a clubes o representativos nacionales, pues por más que se presuma el oro olímpico, éste se trató de una anomalía.

Los expertos en el deporte afirman que hay muchos problemas en toda la esfera que constituye al futbol mexicano, desde los altos precios del mercado local que clubes de gran poder económico están dispuestos a pagar, el sistema de competencia que no premia la regularidad, la ausencia de ascenso y descenso y hasta la propia cultura del jugador que no destaca fácilmente en Europa, sin mencionar la poca atención que recibe la Liga MX en otros países. Pero esos son temas ya discutidos, ahora vale la pena hablar de lo que puede hacer el aficionado.

Asistir al Estadio Azteca para abuchear a los jugadores es una manera de manifestar la inconformidad con el Tricolor, pero es de lejos, la manera menos efectiva para lograr un cambio, pues la Federación Mexicana de Futbol y los medios seguirán vendiendo que sus jugadores son muy buenos por un regate o una atajada, solo para que cuando fallen, porque su nivel no les da para más, los critiquen y señalen junto a la afición. Sin embargo, si los aficionados, es decir, los clientes de la Selección deciden dejar de ver los juegos, ir al estadio y comprar la mercancía, solo ahí se moverá la estabilidad del negocio y se verán forzados a realizar un cambio.